Calle«Aceptamos niños y perros.»

Esa fue la consigna para que nos decidiéramos a salir a desayunar con toda la tropa al último garito de moda del barrio de Salamanca. Lo que en teoría iba a ser un brunch acabó siendo una comida ligera y temprana: ser familia numerosa se nos está dando lo suficientemente bien como para hacer planes urbanos de casi todo tipo pero no tanto como para ser capaces de saber cuándo empiezan. Creo que habríamos acertado de cualquier manera, porque por Fonty parece que no pasan las horas.

Para empezar, el sitio es bonito. Sencillo y bonito, y es la excepción que confirma que no basta con poner un par de lámparas industriales, un suelo hidráulico y una mesa de madera para hacer que algo sea acogedor. La sensación que transmite es la de un lugar de calidad, honesto y sin pretensiones; lo que ves en el mostrador está tan rico como parece (o más) y el personal, en su punto de atención. Me habían dicho que no hacían reservas pero me parece que ya están cambiando la norma en vistas del éxito, así que conviene llamar antes de ir. En estos días de primavera de verdad en Madrid es un complemento perfecto a una tarde o una mañana en el Retiro.

Limón y merengue

Los cinco estuvimos a gusto y los cuatro que tenemos dientes comimos (o desayunamos) a placer: para las pequeñas, unas tortillas que parecían sacadas de cualquier bistrot parisino, y para los mayores, una combinación peruana perfecta: sandwich limeño regado con pisco sour. De postre… cualquier cosa, pero tengo una especie de obsesión con la tarta de limón y merengue, y aquí la bordan. Y por si hacen falta más alicientes para ir con niños, el dato práctico: los baños son bonitos, amplios, limpios… ¡y tienen un cambiador que es lo más en diseño y comodidad! Como madre de tres, eso algo a lo que ya no presto mucha atención, pero es verdad que se agradece que en un sitio cuiden tanto los detalles.

Y para terminar, Adriana y sus pinitos con la fotografía hipster. En cuanto aprenda a tirar de filtros, le abro cuenta en Instagram.

Suelo