Te llevas el iPod al trabajo, te colocas esos auriculares estupendos (no los de la foto, otros) que te prestan para aislarte hasta de un simulacro de incendio y pones la sesión aleatoria. Ay, esa sesión aleatoria. Que sí: el placer de lo inesperado; tu pinchadiscos particular; la diversión en forma de botón. Hace mucha gracia cuando de verdad te llevas una sorpresa en forma de canción pero no tanta cuando tienes el iPod lleno de música infantil y tus hijas no están cerca. Que estés escuchando el Cantajuego Navideño como si fuera lo más normal del mundo no da muy buena imagen en lo que a gustos musicales se refiere. Yo creo. Sigue leyendo
Panarrea lo que pudieres. Y punto.
Me perdí la Feria del Libro, la fiesta de fin de curso del cole, la invasión de las mariposas plusia, varias tardes de verano y mucha comida rica, pero a cambio he puesto otro sello en el pasaporte del panadero casero. Sé que resulta extraño: estás en Londres, tienes un día libre después de muchos de trabajo y eliges dedicarlo a un curso de pan (otro, sí) en lugar de pasear por Portobello (que los sábados hay mercado), ver un musical (que hay muchos) o salir de tiendas (que hay más). Pudo más el mono de horno y fueron más fuertes las ganas de meter las manos en harina, pero sobre todo de desconectar de mi rutina londinense. Conseguido. Sigue leyendo